Nuevas sensaciones del recién nacido

Aunque a menudo nos centramos en la madre, es evidente que para el bebé el nacimiento supone el descubrimiento de un mundo nuevo de sensaciones. ¿A qué cambios se enfrenta el recién nacido? La temperatura, el hambre, la respiración… son solo algunas de esas novedades tras salir del vientre materno.

  • La temperatura ambiente. El bebé pasa de una temperatura estable y uniforme del líquido amniótico a un “frío” evidente. Por eso, hay que procurar que el bebé no pierda temperatura, colocándole un gorrito y sobre todo colocándole en contacto con el cuerpo de la madre.

  • La fuerza de la gravedad. Esta pasaba prácticamente desapercibida en el útero materno, cuando el bebé flota en el líquido amniótico. De repente, el cuerpo cobra peso y los movimientos requieren un esfuerzo inaudito, especialmente de su parte proporcionalmente más grande y pesada, la cabeza, que hemos de ayudarle a sostener. Los movimientos del bebé son muy limitados de momento.

  • La piel al aire. Si antes estaba en contacto con el líquido amniótico, al nacer este desaparece y, aunque hay una capa de vérnix caseosa o unto sebáceo que la mantiene hidratada, pronto la dermis notará la sequedad. ¡Por eso esa capa no es necesario quitárselo tan rápido! La vérnix contiene sustancias que protegen al bebé contra la invasión bacteriana al nacimiento y la mantienen hidratada.

  • La respiración. Al pasar por el canal del parto, el líquido amniótico es reabsorbido y expulsado de las vías respiratorias y en la primera aspiración del bebé, que puede tardar unos segundos, los alvéolos pulmonares se llenan de aire, que desplaza el líquido restante y se pone en marcha la circulación pulmonar. Los pulmones se hinchan y empiezan a trabajar por sí solos.

  • Cesa la circulación placentaria, al separarse del órgano que unía el feto a la madre, es decir la placenta. También se modifica el sistema vascular del recién nacido, que pasa a funcionar independientemente. Se recomienda retrasar el corte del cordón umbilical incluso hasta que deja de latir para que le lleguen al bebé todos los nutrientes, especialmente las reservas de hierro.

  • Sensación de hambre. En el útero materno el feto no pasa hambre, pero al suspenderse el suministro de nutrientes materno debe procurarse energías por sí mismo. Tras el esfuerzo del nacimiento, necesita alimentarse y cuanto antes lo pongamos al pecho, mejor.

  • Succión al pecho. El reflejo de succión es innato e incluso en el vientre materno el feto puede chuparse el dedo. Ahora ha de engancharse al pezón y el olor de mamá le animará a llegar hasta él. Este reflejo es imprescindible en el recién nacido para estimular el pezón, producir la prolactina y provocar la subida de la leche para el amamantamiento

  • Nuevos olores. Los olores de la comida de la madre llegan al feto a través del líquido amniótico (esto podría ir definiendo sus preferencias olfativas), pero al nacer notará muchos otros estímulos que llegan al olfato. Reconoce enseguida el olor de mamá, que le proporciona tranquilidad y calma.

  • Y la luz se hizo. A pesar de que en el útero el bebé puede ver cierta luminosidad en la penumbra, será al nacer cuando realmente descubra lo brillante que es el mundo, incluso cuando no perciba más que sombras al principio y enfoca con poca nitidez. Algunos hospitales procuran un ambiente suave para que la transición no sea tan brusca.

  • Un mundo de sonidos. El feto ya oye en el vientre materno, pero no con tal intensidad. De repente, la intensidad de los sonidos se multiplica, por lo que también hemos de procurar “bajar el volumen”.

Como vemos, son muchos cambios y algunos bastante impactantes, por lo que es conveniente que acompañemos a nuestro bebé en dicho tránsito y le hagamos sentirse seguro y querido, suavizando ese “duro camino” por el que todos han de pasar.

 

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